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    LA ETERNIDAD Y
    UN DIA (1)  | 
    Julio 16, 2000 | 
   
  
     
    ¿Qué es el mañana? pregunta el famoso escritor Alejandro al fantasma de su esposa,
    sabiendo que muy pronto él ha de morir. La eternidad y un día, es su respuesta. 
     
    Ese mañana es el que procura eludir el protagonista ante la inminencia de su muerte, y
    antes de enfrentar ese momento evitado pero inevitable inicia un viaje, el viaje del cine
    de Angelopoulos, hacia sí mismo, hacia el encuentro con el otro, hacia su pasado, hacia
    la búsqueda del sentido de su propia vida. 
     
    En esta oportunidad, este Ulises no necesita alejarse tanto como aquel que recorrió su
    mirada sobre Grecia, la Macedonia y los Balcanes con una demanda similar. Le bastará con
    transitar su ciudad, Tesalónica, acercarse un poco a la frontera y regresar, en el lapso
    de un día transformado en una eternidad. Alejandro deambula por el espacio pero sobre
    todo en el tiempo: en el viaje interno, presente, memoria y fantasía se articulan
    permanentemente. En su búsqueda del tiempo perdido, Alejandro hará una revisión de su
    pasado volviendo a un día perfecto de su juventud, con un peculiar flashback, en el que
    él permanece envejecido. Alejandro siempre revive al mismo día del pasado, así como el
    presente transcurre totalmente en un solo día. Por otro lado, como en la obra previa de
    Angelopoulos, hay una fuerte confrontación con la durísima realidad que se vive hoy en
    los Balcanes. 
     
    En su camino, Alejandro encuentra un niño albanés, en quien depositará toda su
    atención y su cuidado, salvándolo de los unos y los otros: la policía y los traficantes
    de niños. Alejandro ha fracasado en su intento de hacer contacto con su familia viva, por
    eso va hacia la memoria y se aferra a ese niño que lo vincula fuertemente a la vida y a
    la supervivencia, y para quien Alejandro es necesario. Ambos están solos, asustados y
    desamparados. Cuando se despiden, el niño inicia un viaje, al tiempo que Alejandro
    culmina el suyo. 
     
    Bruno Ganz es un impecable intérprete del personaje. Doblado al italiano, como todo el
    film en la copia que se ve en nuestro país, no verbaliza sus sentimientos. Es su
    plástica la que transmite el peso y la angustia del momento presente, mientras que en los
    flashbacks, en cambio, se aligera y vitaliza, y parece no tocar el piso. 
     
    Es inevitable la evocación del final de aquel fresco que fue Kaos: también allí hay un
    viaje al pasado de ese otro escritor, Pirandello, un encuentro con ese mismo mar
    Mediterráneo junto a su madre, y un final frente al mar, el de la vuelta a los orígenes
    y el eterno retorno. Como los grandes artistas europeos, como Fellini, como Godard, como
    Homero, Angelopoulos culmina su film con ese mar que está esperándonos para el viaje. 
     
    Se lo podrá tildar a Angelopoulos de pretencioso (las escenas oníricas en el ómnibus,
    los tres ciclistas de amarillo que, como monjes funestos, lo acompañan en su viaje
    nocturno, los inverosímiles pensamientos de un niño de 8 años, la profusión de
    edificios derruidos, que hablan de una Europa en ruinas, el exceso de símbolos), se le
    podrá reclamar originalidad, o criticarle que sigue a Bergman y Tarkovski, sin
    alcanzarlos en su altura. El director, sin embargo, elige ser fiel a sí mismo y hacer su
    propio cine, que ciertamente divide al público. Tal vez por todo esto justamente se haya
    demorado tanto el estreno del film, que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes de
    1998. 
     
    Angelopoulos vuelve a referirse a la tarea del artista, esencialmente romántica: como el
    cineasta que en La mirada de Ulises buscaba rescatar y preservar la obra de los
    precursores del cine griego, Alejandro trabaja sobre la obra inconclusa de un poeta del
    pasado, sobre el valor de la lengua y el peso de las palabras. 
     
    Sucede muy poco en ese día, tal vez el último de Alejandro. Con una anécdota limitada,
    ajustada, sabemos de su historia, de la historia de Grecia, de la actualidad en los
    Balcanes. Angelopoulos se mantiene ajeno a los códigos de representación propios del
    cine comercial yanqui, de montaje rápido, e imagen inestable y múltiple, y no le
    interesa filmar a la velocidad de nuestros tiempos posmodernos. Su cámara se dedica, en
    cambio, lánguida y morosamente, a registrar largas tomas secuencias que acompañan el
    recorrido de los personajes, sus encuentros, sus diálogos y los escenarios. Esas
    prolongadas tomas, de delicada e inusual belleza, transmiten la atmósfera melancólica,
    el espíritu lírico de la historia, y hablan de la eternidad que busca el protagonista.
    La película es casi monocroma, filmada íntegramente en variaciones de gris en el
    presente de un día plomizo, o en medio de una niebla que Angelopoulos sabe filmar como
    pocos, con un vestuario de grises y negros en el que se destaca el amarillo del niño y de
    los tres ángeles de la muerte. El pasado vira al blanco y a la luz para el día perfecto
    de sol en la playa, en el que la amenaza de una lluvia pasajera no oscurece la felicidad
    de la juventud. Y la recurrencia del tema musical también expresa la eternidad de ese
    día. 
     
    Josefina (Buenos Aires, Argentina)
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    LA ETERNIDAD Y
    UN DIA (2)  | 
    Agosto
      26, 2000 | 
   
  
     
      Ohhhh, Angelopoulos... eres el mejor remedio contra el insomnio... Y
      demasiado pretencioso. Tal vez con frases menos altisonantes, con planos
      no tan largos. Tal vez sin tantos tannnnnn, tus peliculas serian mas
      disfrutables. Ya pareces un director argentino, casi. Siempre queriendo
      contar "grandes" historias, y tratar "profundos"
      temas. Si filmaras con mas humildad tal vez, tal vez podrias ser hasta un
      buen director de lindas peliculas... 
       
      Patricia (Buenos Aires, Argentina. Edad: 33)
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    LA ETERNIDAD Y
    UN DIA (3)  | 
    Septiembre
      5, 2000 | 
   
  
     
      No creo que el director tenga aires de grandeza como observa Patricia, a
      mi criterio el tema, muy profundo, merece tener un lugar en el cine y
      merece que alguien se atreva a tratarlo de una manera tan personal. No
      conozco la obra del director, solo he visto esta pelìcula; con respecto a
      los largos planos son el reflejo de la incertidumbre del personaje, el
      hecho de saber que mañana se muere y vive cada instante intensamente,
      recuerdos, pequeños acontecimientos que retratan un dìa eterno. 
       
      Daniela Demchuk (Santa Fe, Argentina. Edad: 23)
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    LA ETERNIDAD Y
    UN DIA (4)  | 
    Septiembre
      13, 2000 | 
   
  
     
      Esta película es el resumen de un curso de cine. Quizá no para los que
      consideren que el ritmo hollywoodense es condición sine qua non para
      catalogar de bueno algo. Quizá pudiendo abstraerse de las ganas de
      criticar todo y rápido. Quizá saliendo de la posición de moda de
      criticar tangencialmente el cine argentino. Quizá con un poco más de
      humildad, esa que se le exige a Angelopoulos, quizá así logren disfrutar
      esa obra. A veces el ritmo es consecuencia del sentido del discurso. Es más,
      es un componente retórico fundamental que le da razón a la historia. Y
      una historia que hurga en lo humano, en lo visceral, en la nostalgia de
      quien se sabe muerto en horas, ameritaba ese ritmo en edición y ese ritmo
      en imágenes. No tendría tiempo ni ganas de desglosar lo interesante a
      todo nivel que es el cine de este señor griego del que sólo acredito
      tres obras. Pero se la recomiendo a una señorita que más allá de
      prejuicios y posturas de moda, todavía tiene tiempo de verla de nuevo. Y
      si no, todavía proyectan "60 Segundos" (bien rapidita) o
      "Pantriste" (fácil de entender). 
       
      Chau. 
       
      Sergio Garnuzzo (Argentina)
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    LA ETERNIDAD Y
    UN DIA (5)  | 
    Septiembre
      16, 2000 | 
   
  
     
      Me asombran las palabras de este señor Garnuzzo sobre aquellas personas que
      no gustan del cine de Theo Angelopoulos. Sería vano hablar de la intolerancia, de los prejuicios, de la falta de aceptación a los gustos
      diferentes que aqueja a la sociedad argentina de hoy. De la soberbia. Debemos aceptar
      todas las voces, aun las de las personas que nos parecen tener capacidades
      limitadas. Incluso la voz de quien no puede disfrutar de una obra rebosante de
      hermosura y poesía como hace años no se veía en las salas argentinas. Porque, amigo Garnuzzo, esa es su peor condena: el ya no
      poder ver la belleza cuando la tienen delante de sus ojos. 
       
      Fedor Trempoline (Batán, Argentina)
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    LA ETERNIDAD Y
    UN DIA (6)  | 
    Noviembre
      22, 2000 | 
   
  
     
      Llamo a la alabanza del primer comentario, el que escribió Josefina, me
      pareció tan inteligente como la película. Y aprovecho para felicitar a
      todos aquellos que se dedican a criticar una película haciendo una
      lectura propia, detenida y profunda, utilizando la pelicula como recurso
      para el pensamiento y no para la vanagloria. Tambien aplaudo a aquellos
      que se remiten a decir si les gustó o no algun film, no siempre hay
      palabras para expresar la huella que deja una pelicula, sobre todo cuando
      no conmueve y nos vemos atraidos a aludir a "cursilerías" y
      otras expresiones controvertidas. 
       
      Humberto Liendo (Argentina. Edad: 79)
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    LA ETERNIDAD Y
    UN DIA (7)  | 
    Noviembre
      24, 2000 | 
   
  
     
      Es difícil hablar de esta película. Angelopoulos vuelve a mostrarnos un
      presente desagradable en un mundo que se desmorona en muchos sentidos,
      siendo hacia el pasado donde dirige su mirada melancólica, en la búsqueda
      de sí mismo, de la inmortalidad de aquel día donde todo se veía bajo
      una luz diferente. 
       
      Resulta extraño pensar por qué unos planos realizados con aparente
      distanciamiento, largo metraje y ritmo coreográfico, no me resultan en
      absoluto fríos. Al contrario, la morosa puesta en escena de Angelopoulos
      envuelve a sus personajes haciendolos más cercanos al espectador.
      Comprendo que a muchos no les guste, bien sea por falta de costumbre a la
      cadencia de su cine, bien por mero desacuerdo estético. Yo opino que es
      uno de los mejores y más personales directores de la actualidad. 
       
      Luis Fernández (Gijón, España. Edad: 23)
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