¿Se puede decir algo novedoso sobre una película que no lo es?
      Probablemente no. Es que ni Cameron Diaz, en cuya presencia parece querer
      apoyarse toda la narración, tiene a cargo un personaje demasiado
      creíble. Ella es Faith (en castellano: Fe), la joven que baila mientras
      se sobreimprimen los títulos iniciales de Secretos. Luego sabremos
      que, en realidad, esas imágenes pertenecen al final de su vida, ya que el
      film se inicia con un conflicto no resuelto: la hermana mayor de esta
      familia americana de los ‘70 se ha suicidado lejos del hogar y sin
      motivo aparente.
      De los cuatro, sólo quedaron dos:
      la menor de las hijas, Phoebe (Jordana Brewster), y la madre. El padre fue
      el primero en morir, de leucemia, porque "trabajaba en una empresa
      multinacional cuando en realidad quería ser pintor", sostiene Faith.
      Que, aturdida por la dolorosa pérdida, emprende un viaje por Europa y
      termina quitándose la vida. Aquí ya pueden detectarse las principales
      ideas que convoca el film, y algunos problemas que no logrará resolver. 
      Por un lado, hay demasiada
      información volcada únicamente en los diálogos de los protagonistas y
      en la voz en off narradora de Phoebe. Por otro lado, se perfila la
      superficialidad con que serán delineados los conflictos y personajes,
      cuando lo que se pretende es todo lo contrario. Que la idea de confrontar
      "empresa o arte, igual muerte" sea bastante ingenua y
      esquemática, vaya y pase. Pero que ese sea el motor que lleva a Faith a
      querer "cambiar el mundo" y a terminar convertida en una
      terrorista colaboradora de los nazis, es algo muy distinto. 
      En el medio, Phoebe también
      partirá a Europa para reconstruir la historia de Faith. Guiada por las
      postales que conserva, seguirá sus pasos para intentar develar el
      "secreto" que explique su muerte. Allí se reencontrará con
      Wolf (Lobo), novio y compañero de aventuras de su admirada hermana, quien
      le irá dando las pistas (en realidad, casi todo está servido en bandeja)
      sobre aquellos dorados años ‘60 en los que buscaban "emociones
      fuertes". Durante el viaje, Phoebe buscará descubrir su propia
      identidad. El espectador también, ya que nada sabe de la relatora, sin
      contar que las motivaciones (y la actuación) de la chica son tan poco
      atractivas que resulta realmente difícil identificarse con ella. 
      A través de flashbacks y dos voces
      en off que se mechan para narrar el presente (Phoebe) y el pasado (Faith),
      Secretos intenta llamar la atención sobre los anhelos y
      frustraciones de estas dos jóvenes: la que ya no está, y la que quedó,
      que no sabe exactamente qué busca pero encuentra un hombre con quien
      relacionarse en su recorrido sin rumbo fijo. Si bien aporta cierto
      condimento el juego con la idea del triángulo incestuoso, el guión nunca
      profundiza esta veta. De todas formas Wolf es de gran ayuda para Phoebe
      porque atesora las claves de todas las incógnitas. Además, es el único
      de los tres personajes y de los tres actores principales que sale airoso. 
      La estructura de Secretos
      repite siempre el mismo mecanismo: hablan y hablan, luego introducen el
      flashback que muestra lo que pasó y así sucesivamente. Al final, ya no
      importa qué encontró Phoebe, por qué se suicidó Faith, qué ocurrió
      con la madre y con Wolf. Todo es muy general, no hay nada de particular –ni
      de interesante–
      en esta película que mucho abarca y poco aprieta. 
    Yvonne Yolis     
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