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    Un rasgo distintivo 
    de este documental es su pronunciado rechazo a cualquier clase de 
    intervención sobre el testimonio de la secretaria de Adolf Hitler, Traudl 
    Junge. A sus veintidós años, Junge, quien en 1942 era una joven sin marcadas 
    tendencias políticas, es elegida para trabajar con el líder del partido 
    nazi. De ahí en adelante, su relación laboral con Hilter iba a tomar 
    diferentes formas. 
    El 
    documental, a medida que avanza el testimonio de Junge, se limita a mostrar 
    a la mujer sentada en una silla relatando desde sus comienzos el trabajo de 
    secretaria de Hitler, hasta los caóticos momentos finales del régimen. A sus 
    81 años, Junge describe pausada y precisamente las instancias que la 
    llevaron a elegir ese trabajo, la residencia bávara de Berchtesgaden 
    (también conocida como "Guarida del lobo") y el volátil comportamiento de su 
    jefe. De esta manera, los directores Heller y Schmiderer hacen confluir una 
    puesta en escena completamente despojada –que por momentos se traduce en un 
    poco efectivo quietismo– con la verdadera fuerza de este documental: la historia. Esta se desarrolla de manera lineal, y su tono 
    va cambiando progresivamente en la medida en que los acontecimientos de los 
    que formó parte Junge comienzan a adquirir tonalidades más oscuras. 
    La 
    idea de minimalismo se relaciona tanto con la puesta en escena del 
    documental como con la ausencia de cualquier clase de actitud 
    condescendiente de los realizadores hacia los espectadores. No se intenta en 
    ningún momento hacer una revisión histórica de las repercusiones que tuvo el 
    régimen nazi en el mundo, puesto que una posible explicación de su líder 
    hubiese resultado improcedente, casi obvia. En este caso, se parte de un 
    deseo de escuchar con atención a una mujer que vivió gran parte de su vida 
    en busca de una redención. Pero el perdón que tanto deseaba Junge hasta el 
    día de su muerte (en 2002) no estaba en los demás sino en ella misma. 
    Si 
    bien el documental se resiente por una gran cantidad de cortes y una 
    arbitraria inclusión de placas explicativas, los cineastas logran transmitir 
    sus ganas de examinar un mundo personal en el que la dualidad humana resulta 
    inexplicable. El relato de Junge se vuelve mucho más rico cuando hace 
    contrastar su inexperiencia política y su ingenua juventud con la dura 
    aceptación de situaciones que se iban volviendo más y más peligrosas, 
    mientras que ella se encontraba en el centro de esa tragedia. El film 
    trabaja a partir de las contradicciones y nos muestra, a través de las 
    palabras de la mujer, la extraña dualidad de Hitler. Su secretaria afirma no 
    haber podido encontrar –al menos en el comienzo de su relación laboral– 
    rasgos propios de un genocida psicópata y en constante ebullición. Antes 
    bien, Junge narra sus conversaciones amables y tranquilas con él. Luego, 
    mientras el régimen entraba en un estado de destrucción, la personalidad de 
    su líder iba a mutar en la figura que todos reconocemos. 
    Esa estructura binaria 
    del relato de ingenuidad-conocimiento, armonía-desesperación, 
    estabilidad-caos es lo que le imprime a este documental una fuerza más 
    autónoma y genuina, independiente de las imágenes de archivo y de la 
    pluralidad de opiniones. 
    Milagros Amondaray      
    
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