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    Luego del éxito de la estupenda La maldición del Perla Negra, Jerry 
    Bruckheimer, su productor, parecía haber encontrado al fin la fórmula que 
    combina la fluidez narrativa con el entretenimiento más inocente y 
    espectacular. El problema es que Jerry creyó que podía hacerse el serio, 
    cosa para la que está incapacitado casi mentalmente. 
    Si La 
    maldición del Perla Negra era buena era porque siempre esquivaba la 
    formalidad y apostaba por la anarquía frente a lo ceremonioso, Rey Arturo, 
    la nueva producción de Bruckheimer, es muy, muy grave. A tal punto lo es que 
    se promociona como un film que desmitifica absolutamente la historia del 
    héroe del título, que prescinde de Camelot, de la magia, de las profecías, 
    de la búsqueda del Grial y que apenas si insinúa la conformación de los 
    Caballeros de la Mesa Redonda y el triángulo amoroso entre Arturo, Ginebra y 
    Lancelot. Peor publicidad para un film con esta temática era difícil de 
    inventar. 
    ¿Qué 
    queda entonces? Un relato que transcurre durante la caída del Imperio Romano 
    y la invasión sajona a las islas británicas, pobladas en buena parte por los 
    Pictos, una especie de tribu aborigen comandada por un tal Merlín, que 
    decide recurrir a Arturo y sus guerreros, el último vestigio de un imperio 
    en decadencia. 
    El guión 
    de David Franzoni (Gladiador) se proclama como la verdadera historia 
    detrás de la leyenda, ya que toda Historia es una leyenda, un mito que 
    oculta ciertos acontecimientos para iluminar otros. Pero esto último le cabe 
    al film de Antoine Fuqua (Día de entrenamiento), que en realidad 
    cuenta los "hechos reales" a su manera, escondiendo de la mirada del 
    espectador los hechos más apasionantes con el objeto de mostrar rutinarias y 
    aburridas batallas (exceptuando a una que se desarrolla sobre un frágil 
    campo helado). 
    A eso hay 
    que agregarle un conjunto de actores cuyo problema no es que sean –en 
    general– poco conocidos, sino que no cuentan con el carisma necesario para 
    interpretar personajes de la talla de Arturo, Lancelot, Ginebra, Merlín o 
    Galahad. Incluso Stellan Skarsgard, un excelente actor, interpreta al 
    villano mayor de la película, el líder de los sajones, con un estilo cansino 
    que lo hace parecer recién levantado luego de una noche de alcohol y drogas. 
    El 
    fracaso de Rey Arturo confirma que un presupuesto de más de 100 
    millones de dólares y una promoción muy activa no garantizan nada (ni 
    siquiera el suceso comercial). Tendría que haber habido una historia seria y 
    coherente en su estilo. Y una apuesta por el mito, la magia, los conflictos 
    amorosos y las búsquedas imposibles que asociamos desde siempre con el rey 
    Arturo y sus nobles caballeros. 
    Rodrigo Seijas      
    
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