Una vez más, Hollywood se burla de sí mismo para conseguir espectadores.
      Hace poco Cuéntame tu historia ensayaba una mirada sardónica
      sobre la cocina donde se hierven las películas, y en esta sátira
      asistimos a un catálogo de las debilidades de los actores, esas
      megaestrellas que venden a su madre por estar ante las cámaras, y que
      tras la máscara del éxito y la popularidad esconden una vulnerabilidad
      apenas disimulada. 
      La diva, Gwen Harrison (interpretada
      por una megaestrella real, Catherine Zeta-Jones), ha reemplazado a Eddie
      (John Cusack), su marido y compañero de varios éxitos de taquilla, por
      un supermacho español. La verdad es que la star está en
      caída desde esa separación, y el agente de prensa de la película que
      filmaron antes de la ruptura decide reunirlos en armonía por última vez
      como maniobra de promoción, a falta de la película terminada. La
      vidriera del film es más importante que el film mismo, las vidas privadas
      de los actores deben hacerse públicas por el bien de la recaudación.
      Billy Cristal es el publicista, y cuenta con la ayuda de Kiki (Julia
      Roberts), fiel asistente y ex-gorda-y-sufrida hermana de la diva. 
      Como se ve, si hay algo fuerte en
      este típico producto del cine industrial, es el elenco. Que no termina
      aquí: Alan Arkin encarna al psicólogo y farsante guía espiritual que
      ayuda a Eddie a salir de su depresión; Stanley Tucci es el productor
      inescrupuloso dispuesto a todo por el suceso comercial; Christopher Walken
      compone la caricatura del excéntrico director que retiene su película
      hasta el último momento. Lástima que semejante reparto no encare
      personajes creíbles, ni cuente con un guión que esté a su altura. 
      Lo que pretende ser un homenaje a
      las clásicas comedias de Hollywood sobre enredos matrimoniales termina
      resultando un film hueco e inconsistente, salvado apenas por algunas
      cínicas líneas que el mismo Cristal escribió para su propio lucimiento
      –y no tanto–, y por la simpatía de Cusack. Roberts cumple su rol
      favorito de heroína romántica: especie de Cenicienta enamorada del
      príncipe, su ex cuñado, que se transforma por obra del amor. Moraleja:
      para conquistar a alguien, hay que bajar de peso. 
      Si en Cuéntame tu historia
      asistíamos a una inteligente crítica al sistema, en La pareja del
      año presenciamos situaciones que evidencian la debilidad de ese mundo
      cerrado (el hotel donde se realiza la promoción del film), que vive en
      función de la imagen. Joe Roth se ha dedicado más a la producción que a
      la dirección últimamente, y se nota: esta es la obra de un productor.
      Sin duda, podremos hacer el ejercicio de trasponer esas personalidades del
      celuloide a la vida real, como la parodia que el novio de Gwen supone de
      la figura de Antonio Banderas, alguna vez partenaire de Zeta-Jones, pero
      el juego no alcanza para justificar esta pavada. 
    Josefina Sartora     
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