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       NADA ES
      IMPOSIBLE 
      (Vägen Ut) 
      Suecia,
      1999  | 
     
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    Dirigida por Daniel Lind Lagerlöf, con Björn Kjellman, Viveka Seldahl, Peter Haber, Thomas Hanzon, Michael Nyqvist, Shanti
      Roney. 
     
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      Ultimamente, no son muchas las películas provenientes
      de Suecia que llegan a estrenarse en salas argentinas. Nada es
      imposible despierta entonces, a priori, una gran expectativa. Sobre
      todo para los que vimos la estupenda Descubriendo el amor (Fucking
      Amal) de Lukas Moodysson. Pero decir que Nada es imposible
      decepciona casi equivale a un elogio. Mal actuada, con un pésimo
      guión y dirigida de taquito, esta comedia rídicula y edulcorada está en
      las antípodas del cine de Moodysson, por no decir del cine a secas.
      La película comienza cuando Reine, un actor de teatro, queda
      desempleado e inicia su búsqueda de un nuevo trabajo. Rápidamente debe
      conformarse con el puesto de director de Recreación de un presidio de
      alta seguridad. Pero la conformidad de Reine es sólo aparente, ya que
      pretenderá valerse de ese cargo para dirigir una obra representada por
      los presidiarios... en un teatro público fuera de la cárcel. Por
      supuesto que los presos no tienen una vocación precisamente actoral. Y
      los más vivos se sumarán al proyecto con la intención de aprovechar la
      oportunidad para escapar. 
      Con esa premisa arranca el film, que con brocha gorda irá definiendo a
      cada uno de los personajes: hay un reo muy malo, muchos que
      intentan esconder su bondad sin buenos resultados, y un guardia que
      sospecha que Reine le va a traer problemas. A esa altura el protagonista
      ya es claramente un ángel, un tipo tan bienintencionado como inocente,
      lleno de sueños y con un corazón enorme. 
      Así planteadas las cosas, no será difícil adivinar el camino hacia
      donde rumbea la historia: el de un bochorno insalvable. La prisión de
      máxima seguridad parece un jardín de infantes; los presos entran y salen
      como se les antoja. Tienen mesa de pool, habitaciones como las de un hotel
      y un parque impresionante. Los presos-actores se transforman en
      actores-presos... descubren la magia de la actuación. El preso malo se
      encargará de un golpe bajo, con ayuda del guardia, aunque éste después
      se redime. ¿Qué me dicen si la obra finalmente sale muy, pero muy bien?
      ¿Y si encima los actores desisten de la fuga para no romperle el corazón
      –tan tierno y frágil– a Reine? 
      Cualquier semejanza con los peores films de Robin Williams es pura
      coincidencia. 
      
      Ramiro Villani       
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