Mi vecino, el asesino constituye una de
    las pocas gratas sorpresas de los últimos largos meses. Es una película
    "industrial": se inscribe netamente dentro del subgénero del thriller cómico,
    está producida por la Paramount, difícilmente aspire a conquistar un premio en festival
    alguno y Dios sabe hasta qué punto es responsable el director de lo que se ve en
    pantalla. Y sin embargo resulta más sustanciosa, e incluso inteligente, que varias
    producciones "independientes" que se han puesto de moda por estos días. 
    El vecino de marras es Jimmy Tudeski
    (Bruce Willis, estupendo como siempre), alias El Tulipán, un simpatiquísimo contract
    killer que ostenta un récord de 17 asesinatos por encargo limpiamente ejecutados. La
    historia se esboza cuando este hombre se muda a un barrio elegante de Montreal con el fin
    de ocultarse de su anterior jefe, al que traicionó en Chicago. Y sienta reales frente a
    la casa de Oz (Matthew Perry), un dentista venido a menos, acosado por las deudas y
    atormentado por dos arpías esposa y suegra que le hacen la vida imposible.
    Jimmy y Oz se hacen amigos, pero esto recién comienza. No se trata de otra típica
    "comedia de situaciones" de esas que superexplotan las rutinas de una pareja
    despareja (dentista temeroso/asesino implacable) sino de una que se apoya ciertamente en
    dicho esquema, pero lo lleva mucho más allá. 
    Para empezar, digamos que los chistes
    no hacen vibrar una sola cuerda sino tres: los hay sobre dentistas, sobre el matrimonio (y
    el divorcio) y sobre mafiosos. Están entre los más graciosos que haya ofrecido el cine
    reciente. Y no se agotan en el verbo: muchos de ellos pasan por la acción. Para seguir,
    sépase que Mi vecino, el asesino no descuida ni por un momento (o casi: sólo
    flaquea un poco cerca del desenlace) la construcción argumental. La mujer de Oz (Rossanna
    Arquette, parecidísima a Mariana Nannis) quiere liquidar a su marido para cobrar el
    seguro de vida. Y lo manda de prepo a Chicago para que denuncie a El Tulipán ante su
    antiguo mandante, Janni Gogolak, con lo que el dentista quedaría expuesto a una fatal vendetta.
    Gogolak tiene por mano derecha a Michael Clarke Duncan, ese negro gigantesco y tontolón
    que fue candidato a un Oscar por Milagros inesperados. Pero el grandote se hace
    amar en esta segunda vuelta. Y los gags que lo involucran son tan buenos que hasta esa
    sonrisa ancha (permítanme seguir con las comparaciones: igualita a la de Whoopi Goldberg)
    resulta bienvenida aquí. Gogolak compra la información, con lo que el regreso a
    Montreal y la correspondiente carnicería se dibujan en el horizonte. 
    Hay un filón sentimental atípico,
    animado por el sacamuelas y Natasha Henstridge (de la saga Especies, y tal vez la
    actriz más hermosa del cine norteamericano actual), que no demora con histeria el beso,
    ni el coito, sino que los hace ir a los bifes desde el vamos. Si se tiene en
    cuenta que la Henstridge compone nada menos que a la esposa de El Tulipán, se tendrá una
    idea de las consecuencias... sobre las que se montarán otros conflictos, oportunamente
    sazonados por nuevos chistes. Al guión no le faltan vueltas. Todas ellas se plantean con
    nitidez y evolucionan velozmente, con lo que la comedia, sin dejar de serlo, adquiere una
    asombrosa movilidad, propia de los mejores thrillers. Lo que comulga con una banda de
    sonido que abreva en nobles tradiciones del jazz y el blues (e incluye un extraordinario
    tema de Charlie Mingus que no había sido versionado por film noir alguno, aunque
    parece compuesto con esa finalidad). 
    ¿Qué más? Un desopilante curso
    acelerado "de asesino a sueldo" que le dicta Willis a cierta jovencita no
    diremos cuál que era la candidata menos pensada para ese rubro. Un montaje
    inteligente. Otras mujeres hermosas y unos cuantos extras que no desentonan con el
    rendimiento del elenco principal (en el que Willis dista de ser el "protagonista
    excluyente", como se dijo por ahí). En fin: una comedia policial en la línea de Fuga
    a la medianoche (aquella con De Niro y Charles Grodin) y Dos policías al acecho
    (con Richard Dreyfuss y Emilio Estévez). Entre las pocas que merecen verse. 
    Guillermo Ravaschino
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