Frank Darabont ha ideado para El Majestic, al igual que en sus dos 
    películas anteriores, un mundo "cerrado", más o menos verosímil pero con una 
    lógica interna propia que intenta dar pie y sostener la trama. Como la 
    cárcel de Sueños de libertad (Shawshank Redemption, 1994) y el 
    pabellón de la muerte de Milagros inesperados (The Green Mile, 
    1999), el pequeño pueblo de Lawson es el escenario en el que se desarrolla 
    la historia de Luke Trimble o Peter Appleton. Veamos.Jim Carrey 
    interpreta a Peter Appleton, un joven guionista de Hollywood quien, a fuerza 
    de aceptar como "asombrosas" las ideas y cambios que le imponen los capos 
    de los grandes estudios a sus guiones, está forjando una ascendente carrera. 
    Su primera película se acaba de estrenar y su novia es una glamorosa 
    estrellita de la industria que ha debutado de su mano en el cine. La vida 
    parece sonreírle. Pero corren los años 50 y una inesperada e injusta 
    acusación pone al protagonista en la mira del gobierno, que lo tilda de 
    comunista y lo incluye en su "lista negra". Todos le dan la espalda y en una 
    noche de borrachera y desesperación, Peter pierde el control de su auto y 
    también la memoria.
    Cuando despierta en el desconocido pueblo de Lawson todos quieren creer 
    que él es en realidad Luke Trimble, el héroe desaparecido en la Segunda 
    Guerra Mundial. Hijo de Harry (Martin Landau), el dueño del único y cerrado 
    cine Majestic, novio de Adele (Laurie Holden) y amigo de cada uno de los 
    habitantes, Peter/Luke parece dispuesto a aceptar ese pasado.
    La construcción bastante artificial –todo es sumamente limpio, ordenado y 
    perfecto– del pueblo y la conspiración, esta vez bienintencionada, de la 
    gente para retener a Luke recuerdan el mundo raro y siempre un poco 
    desubicado en el que estaba inmerso Jim Carrey en The Truman Show. 
    Pero claro, en aquella película de Peter Weir los objetivos del director 
    eran bien distintos y también el interés que despertaba el film.
    De todas maneras este carácter artificioso también se justifica en El 
    Majestic porque Peter está viviendo su propia "historia de película", 
    una trama inventada con un pasado que no le pertenece. No es casual que haya 
    perdido la memoria pero recuerde el argumento de ciertos films y que viva en 
    el edificio del viejo cine. Reabrir el Majestic junto a su padre para que 
    vuelva a ser la atracción de antaño es uno de los motores de la trama. Las 
    películas que proyectarán van a ayudar a Peter a recuperar la memoria y 
    constituyen, además, el homenaje de Darabont al cine de la época.
    El problema es que luego de más de una hora de proyección el espectador 
    ya se ha hecho todas las preguntas que el relato recién comienza a esbozar: 
    ¿Nadie cuestiona qué ha hecho Luke durante los nueve años de ausencia? ¿No 
    tiene otra familia que lo esté buscando? ¿Cuándo vendrán a llevárselo sus 
    perseguidores? ¿No tiene ningún enemigo en el pueblo? ¿La novia desconfía 
    tan poco? ¿Qué hará cuándo recupere la memoria? En fin, todo se desarrolla y 
    se resuelve de manera más o menos previsible en dos largas horas y media de 
    duración.
    
    Los actores hacen un muy buen trabajo: se luce Martin Landau, quien 
    emociona como el padre que ha recuperado a su hijo. Carrey vuelve a 
    demostrar que es un excelente actor dramático (esta vez sí, no esperen una 
    sola mueca o expresión graciosa de su parte). Y aunque no hay que revelar el 
    final, vale decir que es acorde con el tono heroico e intachable que 
    adquiere el personaje central. También con los desenlaces felices que 
    Hollywood no puede evitar y que, en este caso, dejará contenta a la platea.
    
    Yvonne Yolis