Una vez más, asistimos a una película
    inglesa en la que los personajes realizan un cambio inesperado en sus vidas
    para escapar de la angustiante situación económica que padecen. Recordemos
    The Full Monty, donde un grupo de mineros se convertían en strippers
    para ganar algo de dinero, o Tocando el viento, donde la salida
    estaba en una banda de música. El jardín de la alegría, a pesar de
    esta temática recurrente, también tendrá una vuelta original.
    Grace está sola. Su marido se suicidó y lo único que le dejó es una
    pila de deudas. En medio de la desesperación, Matthew, su jardinero, le
    pide que revitalice una planta de marihuana que tiene marchita.
    Rápidamente, y en vistas de un nivel de vida que no podrá sostener, Grace
    ve en esto un gran negocio, y juntos idean un plan: convertir su invernadero
    en una plantación de esta yerba.
    Brenda Blethyn, conocida por su interpretación de la madre de Secretos
    y mentiras, encarna a una Grace a veces un poco sobreactuada pero
    siempre desopilante. Craig Ferguson, el jardinero, la acompaña muy bien en
    su rol. Y un gran grupo de actores se lucen con pequeños papeles,
    interpretando a los habitantes del pueblo en el que transcurre la historia.
    La primera parte de la película –que oscila entre el drama y la
    comedia– se muestra como un todo coherente. Hasta que algo brusco sucede
    con el guión, haciendo que la última media hora tenga mucho de
    inverosimil. Un corte total en el clima: los hechos empiezan a ocurrir
    vertiginosamente, sin una lógica que los conduzca. Situaciones imposibles,
    vueltas de tuerca arbitrarias y un final tan sorpresivo que la historia y
    los personajes parecen otros.
    Pero hay algo que salva a El jardín... frente a todo esto, y es
    la risa. Incluso en momentos poco creíbles será inevitable reír, o al
    menos esbozar una sonrisa, lo cual la convierte en una película agradable
    más allá de los defectos que se le puedan encontrar. Además del tema que,
    lejos de servir de excusa para impartir moralinas, simplemente se
    desarrolla, de la forma más simpática posible, con los personajes más
    divertidos.