Spiderman es uno de los mejores superhéroes de los últimos treinta años. 
    Favorito de muchos jóvenes –y no tan jóvenes– desde los setenta hasta acá. 
    Este comic inauguró, junto con otros salidos de la factoría Marvel, el 
    modelo de héroe conflictuado y dubitativo, al borde del psicoanálisis. Si 
    Batman o Superman –publicados por DC Comics en los cincuenta y sesenta– 
    carecían de dilemas morales, Spiderman o los X-Men fueron siempre personajes 
    problemáticos.Esta ambigüedad se intuía principalmente en la vida amorosa 
    de los superhéroes, que siempre cuentan con una doble identidad. A lo largo 
    de su historia, Batman sufrió severos cambios en su comportamiento, lo que 
    lo llevó a rozar –es un decir– la homosexualidad en su relación con su 
    compañero de aventuras Robin. En cambio, Spiderman (o mas bien Peter Parker) 
    es el adolescente por excelencia: enamorado desde la infancia de su vecina 
    Mary Jane, tiene que conformarse con ser su amigo, ya que ella está 
    enamorada de alguien que se esconde detrás de una máscara. Su propia timidez 
    impide a Peter declarársele a Mary Jane de una vez por todas.
    
    El hombre araña, la película largamente esperada por millones de fans 
    en todo el mundo, comete su primer gran error en este aspecto. A pesar de 
    que los dos protagonistas de esta historia de amor están muy bien elegidos 
    (Tobey Maguire calza tan bien en el papel de héroe invencible como en el de 
    freak introvertido, y Kirsten Dunst le hace chorrear la baba a más de uno 
    como Mary Jane Watson), el guión altera el relato por completo. Sería 
    necesario ver la película para comprender el asunto en su totalidad, pero 
    baste con decir que Spiderman pasó de ser una persona capaz de amar pero que 
    no es correspondida a... una persona que renuncia al amor con excusas 
    estúpidas. No se convierte en gay como Bruce Wayne/Batman (lo cual no 
    tendría nada de malo) sino que simplemente decide no amar, lo cual lo 
    convierte en un completo imbécil.
    El segundo error fuerte que comete el film es transformarse en el 
    vehículo de una vulgar gesta patriótica, carente del más mínimo ingenio. El 
    nacionalismo yanqui ya no viene encubierto, ni envuelto en atractivos 
    paquetes. Ahora llega con las banderas más grandes y las frases más baratas: 
    "te metes con uno y te metes con todos", le dice un negro en medio de una 
    multitud eufórica que ayuda a Spiderman cuando el villano está por atacar. 
    Los norteamericanos se encuentran muuuuy sensibles y patriotas desde el 
    ataque a las Torres Gemelas y El hombre araña es uno de los mejores 
    (o para el caso, peores) ejemplos.
    Las secuencias de acción, a pesar de contar con el plus de imaginación 
    del director Sam Raimi (Noche alucinante 1 y 2), no son nada 
    originales. La influencia de The Matrix parece haber saturado el 
    mercado de películas de acción, que en cuanto encuentran una veta nueva, la 
    explotan hasta dejarla seca.
    Sólo hay dos personajes que vale la pena destacar porque se salvan del 
    desastre. El primero es el villano, el Gnomo Verde, interpretado por Willem 
    Dafoe, a quien la cara de malo le sale sin hacer esfuerzo y que la pasa 
    bomba con la película. El Gnomo Verde, por la excelente actuación de Dafoe y 
    la identificación que logra con Spiderman durante algunos tramos del film, 
    merece colocarse en un pedestal junto con El Guasón de Jack Nicholson en 
    Batman. El otro personaje que divierte mucho y aporta los mejores 
    momentos de la película es el dueño del diario que contrata a Peter Parker, 
    interpretado por J.K. Simmons, quien convierte al periodista amarillo 
    en un ser ácido e irónico.
    
    El hombre araña resulta una de las peores adaptaciones que haya 
    encarado el cine y, más que eso, una enorme decepción en función de las 
    posibilidades que ofrecía la historieta. Con su ánimo belicista, convoca 
    incluso al resentimiento y el enojo, resumidos en una frase: "Podrás tener 
    una bandera muy grande, pero te faltan dos torres".
    Rodrigo Seijas