es el primer largometraje realizado por un hijo de desaparecidos, Andrés
    Habegger. Y si bien éste podría ser un dato anecdótico, no lo es en
    absoluto. No sólo porque su ópera prima es un documental que se centra en
    los relatos de otros seis hijos de padres desaparecidos durante la última
    dictadura militar, sino porque esto le otorga a la narración una fuerte
    impronta generacional que es, tal vez, el acierto más importante del film.
    La historia del realizador no está volcada en la película, pero en la
    forma en que aborda el tema puede rastrearse la mirada que comparte con los
    otros: Historias cotidianas es la visión de los que fueron niños
    entre 1976 y 1983. Chicos que se criaron sin uno o los dos padres y, en
    algunos casos, también sin tíos y sin abuelos. Y eso es lo que surge con
    más fuerza para el espectador, el dolor de esas pérdidas en la primera
    infancia y cómo cada uno recuerda lo que vivió con sus familiares. Aún no
    hablaban de muerte, todos imaginaban largos viajes, historias de detectives
    o villanos con espadas, y creían que algún día "sus viejos"
    iban a volver. ¿Qué más podían pensar sus mentes infantiles?
    El punto de vista de hijos que perdieron a sus padres le imprime cierto
    carácter universal a la realización, y las anécdotas de la niñez aportan
    algunos momentos de ingenuidad que permiten sonreir. A la vez, no se
    descarta la reflexión del espectador porque es imposible olvidar de qué
    forma y por qué estos jóvenes perdieron sus lazos más importantes. Historias
    cotidianas es el relato de un terrible pasado político, social y
    colectivo, pero que en el film aparece a través del presente personal y
    particular de cada uno de los –involuntarios– protagonistas. Todos ellos
    comparten aquella dura realidad, pero no son todos iguales, ni piensan de la
    misma manera. Esta diversidad también enriquece la narración.
    Cristian Czainick tiene a su padre desaparecido, su madre vive en Italia
    y él es actor. Florencia Gemetro pertenece a la agrupación HIJOS y trabaja
    activamente en el proyecto que iniciaron sus padres asesinados,
    participa de los "escraches" y reivindica la lucha del pasado.
    Victoria Ginzberg es periodista y suele escribir sobre derechos humanos; en
    la película se la pasa buscando la coincidencia exacta entre los lugares de
    las fotos que conserva junto a sus padres y esos espacios en la actualidad.
    Martín Mortola Oesterheld perdió a su madre y a su abuelo, el creador de
    la historieta El Eternauta, y ya está criando a su propio hijo.
    Ursula Méndez trabaja en una biblioteca y se explaya en el entrañable
    relato sobre su madre, a la que despidió de grande con un homenaje en el
    departamento del cual se la llevaron. Y por último, Claudio Novoa (de
    nacimiento Manuel Goncalvez) fue dado en adopción y descubrió hace poco
    que sus padres habían muerto y que tenía un hermano (uno de los músicos
    del grupo Los Pericos, con el cuál se había cruzado en varias
    oportunidades sin saber que lo buscaban).
    Habegger ubica a sus narradores delante de la cámara fija y los escucha
    hablar durante largo rato de un pasado que se actualiza a través de la
    palabra. Centrándose en el presente y evidenciando el horror de la
    dictadura a través de la ausencia de esos padres y la mirada de esos hijos
    hoy, Historias cotidianas emociona desde los hechos más cotidianos,
    despierta el interés por cada una de estas seis vidas y propone una
    particular –y hasta ahora inédita– forma de entender aquella época.
    Otros disparadores del diálogo son las fotografías y las visitas a las
    puertas de las casas o calles que transitaron de niños. Las conversaciones
    –siempre individuales– se mechan con unas pocas imágenes fijas y en
    blanco y negro de archivo; algunos travellings por la ciudad con música en
    primer plano que funcionan como separadores; recortes de diarios con
    titulares importantes cuando la ocasión merece alguna aclaración
    histórica como la condena a la junta militar o los indultos, y fragmentos
    de la vida cotidiana de los chicos. Pasado, presente y futuro se alternan en
    este documental construído a partir de cuatro capítulos que empiezan con
    hache: Huellas, Hijos, Historia, Hoy. Y por qué no, hache de Humanidad,
    algo que le sobra a este film.
    El director David Blaustein (Cazadores de utopías y Botín de
    guerra) realizó la producción ejecutiva de Historias cotidianas
    y contó en la presentación del documental: "si me hubiese encontrado
    con mis amigos desaparecidos, o con el propio Habegger padre, a quién no
    conocí, me hubieran dicho ‘dale una mano al pibe’, y eso es lo que
    hice". Lo que deberíamos hacer todos como espectadores –porque la
    película vale la pena– y como parte de esta sociedad, aprovechando que el
    sábado 24 de marzo se cumplen 25 años del golpe militar de 1976. Para que,
    como anhela uno de los narradores, "cada uno encuentre su verdadera
    historia".