HOMEPAGE
ESTRENOS
VIDEOS
ARCHIVO
MOVIOLA
FORO
CARTELERA
PRENSA
ACERCA...
LINKS















REQUIEM PARA UN SUEÑO
(Requiem For A Dream)

Estados Unidos, 2000


Dirigida por Darren Aronofsky, con Ellen Burstyn, Jared Leto, Jennifer Connelly, Marlon Wayans, Christopher McDonald, Louise Lasser.



Cuando irrumpió con Pi en 1998, Darren Aronofsky se instaló entre las promesas del joven cine independiente yanqui. Básicamente por su aptitud para elaborar climas densos y agobiantes, tanto por el lado visual como a partir de premisas argumentales fuertes, de esas que generan inquietud.

Réquiem para un sueño (inspirada en la novela homónima de Hubert Selby Jr.) confirma de punta a punta la destreza de Aronofsky para plasmar esos climas desde las imágenes. Dramáticamente, en cambio, arranca con una premisa deshilachada, con la que consume valiosos minutos sin que la historia se mueva hacia adelante. Y cuando la define y concentra, lo hace para el lado de los tomates, con lo que todo termina mucho peor de lo que empezó.

El relato hace foco en dos almas a la deriva: Sara Goldfarb (Ellen Burstyn), una viuda solitaria que pasa la mayor parte de sus horas frente a un aparato de televisión (con los programas más idiotizantes del cable sintonizados), y su hijo Harry (Jared Leto), un posadolescente igualmente alienado, en manos de la cocaína por vía endovenosa y otras sustancias fuertes.

La primera mitad de Réquiem... gira en el limbo de unos rituales que se repiten demasiadas veces: Sara matándose con la tele, Harry y los suyos (novia interpretada por la bellísima Jennifer Connelly, amigo/te negro animado por Marlon Wayans) matándose con las drogas. Claro que los chiches visuales antes aludidos aligeran la experiencia. El montaje rápido, la música de efecto, los planos detalle, los gráficos intercalados y las texturas múltiples logran también que la propia película, de algún modo, aparezca sumida en un estado de narcotización similar al que acusan los protagonistas. Y eso le viene bien. Otra cosa que le viene bien es que, mientras todos estos artificios cumplen con su labor, el espectador se pregunta qué pasará más tarde, y esa pregunta sostiene el interés.

Lo que sucede después es la caída lineal, dura, pura, irreversible de cada uno de los personajes. No les cuento lo que harán Harry y su pareja para conseguir droga una vez que se les haya acabado la plata, ni lo que hará la pobre Sara, que además es adicta a las píldoras adelgazantes, para salir en ese programa de TV que condensa todos los sueños de su enfermiza existencia. Pero aquello que hagan los hará caer mucho más bajo aun.

Excepción hecha de una secuencia de montaje alterno próxima al desenlace, en la que los respectivos derrumbes imponen la efectiva y emotiva sensación de caída en bloque, de infierno compartido, todo lo demás lleva por un embudo hacia una idea fija, monolítica, minúscula sobre las píldoras, la cocaína y ciertos programas de TV: "toda droga es un viaje de ida".

Esta idea pobre es la que promueve la televisión hipócrita del mundo real, en forma de spots con los que empresas y gobiernos simulan "ocuparse" de la juventud. Lo curioso es que la parafernalia visual y montajística de Aronofsky es perfectamente funcional a esta clase de mensajes, sobre todo cuando se pone –¡y cómo se pone!– feísta, subrayadamente cruel, gratuitamente truculenta. La primera que paga el pato es Ellen Burstyn, llevada a asumir todas las poses, gestos y situaciones patéticas que puedan imaginar. La segunda es la platea, que lamentará haber invertido tiempo y dinero en un espectáculo tan insustancial.

Guillermo Ravaschino     

ARTICULOS RELACIONADOS:
   >Crítica de Pi


Enviá tu crítica al Foro