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EL REGRESO
(Vozvrashchenie)

Rusia, 2003



Dirigida por Andrei Zvyagintsev, con
Ivan Dobronravov, Vladimir Garin, Konstantin Lavronenko, Natalya Vdovina.



Tras la muerte de Stalin en mayo de 1953, la entonces Unión Soviética ingresa en un período en el que la censura y los condicionamientos artísticos pierden rigor. A partir de este proceso –conocido como deshielo–, numerosos realizadores, muchos de ellos salidos de la Escuela de Cine de Moscú, comienzan a forjar una estética diferente: de tono más crítico y satírico, apoyados en nociones religiosas y oníricas que aportan nuevas dimensiones al relato. Hay elementos que los emparentan: la desubicación, el sentimiento de orfandad y las consecuentes interrogaciones acerca del destino y el origen de una situación histórico-política cambiante.

El regreso, opera prima de Andrei Zvyagintsev, comparte el ideario de estas añejas lucubraciones, pero esto no la convierte en una obra anacrónica. Hoy, muchos años después de la caída de la cortina de hierro, el cambio es aun más radical, la desprotección mayor, las crisis más pronunciadas. Y las incógnitas están intactas.

El primer misterio que despunta el film es el origen. El regreso de un padre, después de doce años, al que sus hijos sólo conocen por una antigua foto. La aparición súbita de un hombre que guarda un secreto, una suerte de personaje marcial que recuerda la obra del Kusturica más temprano (pero que carece de su cinismo). Alguien que no da explicaciones pero que al mismo tiempo esconde u oculta un pasado, y se sitúa en un presente familiar en el cual prefiere encastrarse de forma abrupta. A través de los ojos de dos chicos, hermanos de 15 y 12 años, la relación filial se irá transformando en una pugna de identidades, un estallido latente en un viaje hacia la desolación.

Así como el escritor polaco Bruno Schulz lo patentara en sus cuentos, la figura de un padre mitad real-mitad mito conlleva, como elemento intrínseco, la pura noción de la identidad. Pero no entendida como mera relación atávica sino como la noción de un sujeto perteneciente a un mundo en cambio. La puesta de cámara rodeando a los personajes y mostrándolos desde diferentes ángulos los incluye dentro de un paraje que irá abstrayéndose más y más, en el marco de una fotografía ascética y carente de todo brillo.

Una excursión de pesca organizada por el recién llegado dispara otro interrogante: el destino. Con la madre y la abuela fuera de la historia (los otros dos personajes que podían echar luz al secreto del regreso), el relato retoma otros rumbos. El drama familiar queda relegado por un tour de force, un viaje iniciático que servirá para definir la postura de ambos hijos. Dos visiones sobre la autoridad: el mayor de los hermanos es más prudente y servil; es el menor quien ostenta conductas más irreverentes. Pero la jornada estará marcada desde su inicio por la inseguridad y las dudas, por la causa y por el devenir. A la vieja usanza de las road movies, no faltarán las crisis, el cambio y el aprendizaje. Las relaciones entre ellos se tensarán y el paisaje se transformará hasta llegar al paroxismo de lo inhóspito y lo ausente con una fuerte reminiscencia a la obra de Tarkovski, en especial a La infancia de Iván (también su primer largometraje).

El éxodo los encontrará en una isla desierta en la que presente, pasado y futuro se chocarán. El paraje no es casual: allí el padre (del que nunca conoceremos su nombre) irá en busca de una suerte de tesoro (que nunca sabremos qué es) y la última rebelión se desatará cuando los hermanos, ahora en yunta, enfrenten los procedimientos de la autoridad. En su desenlace los tres viajantes se pondrán a prueba, la violencia se desencadenará y la sombra ominosa de la desilusión y –otra vez– el desamparo volverá a proyectarse.

El regreso es una alegoría disidente y, a la vez, una reflexión sobre la incomunicación y la pertenencia, sostenida por la minuciosidad de la puesta en escena y un guión que resuelve en rostros, gestos e imágenes algo que va más allá de las palabras: la incomodidad y la tristeza de sabernos perdidos.

Bruno Gargiulo      


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