Déjenme arrancar con algunas relaciones sobre la amistad (adelanto que esta
película no me gustó mucho):Convengamos que después de cuatro mil años de
cultura la amistad, como todas las cosas ya actuadas o ya percibidas por
seres humanos, imita más al arte que lo contrario. Por lo tanto, alguien
debería pensarlo muy bien antes de volver a colocar a la amistad en el
centro de una obra. Homero, Virgilio, los que anotaron los evangelios,
Cervantes, Shakespeare, Dickens, Stevenson, Dumas, Twain, Hemingway,
Cortázar, Stephen King, Maestro y Vainman, entre tantos otros, narraron
historias sobre amigos. La nueva película del español Gerardo Herrero
(dirigió, entre otras: Malena es un nombre de tango, Territorio
Comanche y Frontera Sur), que también trata sobre la amistad, no
renueva el tema. Ni termina de agradar; le sobra ambición y sus vistosos
diálogos generacionales (del estilo: "nos estamos convirtiendo en lo que
ellos quieren") trasuntan una ambigüedad hueca, mejor dicho ahuecada,
gastada.
La historia empieza con tres amigos, reunidos en el bar de siempre.
Intercambian trivialidades hasta que Carlos se pone serio y pide prestada
mucha plata para terminar de "montar" una empresa. Pronto la empresa
zozobra; los amigos deberán aplazar sus planes –y la amistad quizás– hasta
que Carlos, ahora perseguido por la culpa y descorazonado por un matrimonio
en ruinas, les devuelva el dinero.
Entrevemos buenas intenciones, pero comprobamos que no bastan. Si bien
las actuaciones son buenas, si sumamos los tiempos muertos, la irresolución
y los clisés del guión, el resultado es una deuda con el espectador, que
tendrá muchas razones para salir del cine malhumorado, confundido, en busca
de sus amigos, para charlar.
A quienes estén interesados en el tema, volvemos a recomendar a los
mosqueteros de Dumas.
Adrián Fares