La profesora de piano, primera en estrenarse en la Argentina del
director austríaco Michael Haneke, es una película muy árida e intensa,
sin medias tintas. La pasión encontró en ella un lugar privilegiado,
aunque también muy oscuro. Y si hay algo que no obstante la ilumina, es
que por sobre todas las cosas se trata de una película excelente. Pero
atentos: el cóctel no es fácil de digerir.
Elfriede Jelinek, la autora de la novela que inspiró el guión,
pertenece a una generación de escritores austríacos (entre los que
también podemos nombrar a Thomas Bernhard) en la que prima una visión
oscura de la vida, el amor y la muerte. Ambientes agobiantes, conductas de
autodestrucción que se repiten y son alimentadas por los personajes y de
las cuales no pueden escapar, son algunas de las características que la
definen.
Si bien las interpretaciones de los tres personajes protagónicos son
impecables, Isabelle Huppert tiene sin dudas el mayor desafío, y lo lleva
adelante con una entrega que conmueve. Esta vez encarna a Erika, una
pianista y profesora de piano de mediana edad, que esconde, tras su
apariencia sumamente estricta y reprimida, una realidad infinitamente más
atormentada. El encuentro con un joven músico pondrá en carne viva la
tempestad que dentro suyo esconde.
A su vez, la relación con su madre –ambigua mezcla de violencia y
erotismo– parece haber contribuído a la conducta oprimida de Erika.
Esta limitación encontrará cierta válvula de escape en salas de
proyección de videos pornográficos, o en fantasías sexuales que en
cierto modo funcionan como liberación del yugo de esa madre. Sin embargo,
la forma que toman estas fantasías deja en claro que ni siquiera por
allí le será fácil escapar a la idea de sometimiento.
Mediando el relato, vemos destellos de Atracción fatal y de
tantas otras películas en las que el amor fou –el que mata, no
el que cura– ocupa el centro. A la vez, La profesora de piano
ostenta una crudeza que no recordaba desde ciertas películas de Arturo
Ripstein; pero esta vez sin retratar una situación social sino una
historia particular, en la que los personajes juegan el papel principal.
Por último, también habrá lugar para los que disfrutan del
"cine con música": Schubert y Bach, entre otros, son algunos de
los compositores que podremos escuchar entrelazándose con los
acontecimientos, casi como un ingrediente imprescindible para aligerar lo
que nos muestran.
Cecilia Pérez Casco
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