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EL IMPLACABLE
(Get Carter)

Estados Unidos, 2000


Dirigida por Stephen Kay, con Sylvester Stallone, Miranda Richardson, Rachael Leigh Cook, Alan Cummning, Mickey Rourke, Michael Caine.



Remake modernosa de Get Carter (la original data de 1971), esta película de Stephen Kay apuesta a la capacidad de Sylvester Stallone para demostrar sentimientos. Pero al Carter de esta nueva versión la dureza le sale hasta por los codos, y el casi nulo histrionismo de Sly poco puede hacer cuando se trata –como se trata acá– de recomponer los tejidos familiares. Claro está que lo suyo también son los golpes, tiros, extorsiones y ajustes de cuentas. Pero la historia no se centra únicamente en él, y Miranda Richardson y Michael Caine cumplen con clase en un film que se propone vertiginoso, de cortes rápidos, paneos de urbes iluminadísimas y encuadres que elevan a Carter a la categoría de un rockstar (tomas de glam disquero incluidas). No está tan mal.

Jack Carter vuelve a su casa de Seattle para despedir a su hermano, que acaba de morir en condiciones sospechosas. Después de tanto tiempo fuera, Carter es todo un alienígena, tanto en la ciudad –donde ya no comparte los códigos de la calle con quienes fueron sus compañeros de juerga– como en el seno de lo que queda de su familia. El rudo aunque elegante Carter intenta acercarse a la mujer de su hermano, Gloria (Miranda Richardson), y a su sobrina Doreen (Rachael Leigh Cook) como si nada hubiera pasado. Lo cierto es que las damas descreen de este "cobrador financiero" que de pronto reaparece sin motivo, como con las manos sucias. La sospecha de que la muerte de su hermano fue un homicidio es el motor de Carter para entretejer nuevos vínculos con Gloria y Doreen, ganarse su aprobación, redimirse de ser un mal muchacho poco presto a las relaciones familiares. En otras palabras: una segunda oportunidad. Gracias a la confianza que poco a poco se gana con la ingenua Doreen, nuestro hombre se vuelve a meter en el mundillo que frecuentaba, especialmente en el bar nocturno que administraba su hermano. Allí encontrará al enigmático y poco glamoroso Cliff Brumby (Michael Caine), el dueño del local que pretende aconsejar a un Carter dispuesto a todo por venganza, y al malévolo y realizador de pornovideos Cyrus Paice (Mickey Rourke), quien ayudará a solapar la verdad de lo que ocurrió con Ricky Carter. Completan un exótico millonario de la industria informática (Alan Cumming), quien ayuda a Cyrus con su pyme pornográfica y hace todo por conservar su prestigio ("Salí en Forbes", es su frase de cabecera), y Geraldine (Rhona Mitra), la íntima amiga de Ricky que en su momento desató cierta hecatombe familiar. Cada uno de ellos puede esconder una pista. Carter buscará desentrañarlas a todas.

Cruda aunque no del todo, la película tiene una factura visual prolija, en la que la fotografía y el montaje acompañan el pragmatismo del protagonista con buenas dosis de vértigo. Una de acción hiperkinética, condimentada con (muchos) ralentis, tomas con steadycam, cortes abruptos que pegan como una piña de aquel Rocky sobrenatural. En fin, al menos por su imagen archicuidada, algo más que buenas intenciones. En cuanto a Sly, sin remedio. Y pensar que Caine se lo tuvo que bancar, ahí enfrente, componiendo al mismo personaje que él había hecho en el estreno original.

Karina Noriega