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HOY Y MAÑANA

Argentina-España, 2003


Dirigida por Alejandro Chomski, con Antonella Costa, Romina Ricci, Ricardo Merkin, Francisco Napoli, Sergio Alvarez
.



"Lo anterior fue sólo un mal viaje; lo que ayer viví, hoy trato de olvidar. Si divagué perdido entre las aguas, ya estoy bien, no se preocupen más... " cantan los Babasónicos una vez que termina Hoy y Mañana y ya están pasando los créditos. Quizá sea una distracción de Alejandro Chomski, el director de la película, o un gesto de lo más fatalista, pero da la impresión de que todo lo que le toca vivir a Paula (Antonella Costa) en el film es bastante peor que "sólo un mal viaje". Veamos todo lo que le sucede durante la media hora inicial. Le cortan el gas. La echan del trabajo. Se entera de que su cuenta bancaria está en cero. Amenazan con desalojarla en 24 horas si no paga el alquiler. Su profesor de teatro le ofrece coger por plata. Y, para colmo de males, la relación con su padre –un abogado de lo más frío– es irreversiblemente distante. Todo está mal y nadie puede ayudarla, se nos informa con un poco de descaro durante los primeros minutos.

Finalmente, para solucionar –o tratar de solucionar– sus problemas financieros decide contactar a una vieja amiga (Romina Ricci), devenida prostituta, y seguir ese mismo camino. Chomski aborda el recorrido de Paula –menos de dos días de su vida– como si se tratara de un, justamente, mal viaje, en sentido físico y mental.

Para reproducir la fisicidad y el vértigo del viaje, Chomski se vale del mismo recurso que emplea Wong Kar-Wai en Happy Together, Fallen Angels y Chungking Express: algunos cortes sobre el eje y pequeñas elipsis sucesivas y precipitadas. Además, la cámara –al igual que la protagonista– está prácticamente todo el tiempo en movimiento: abundan los travellings y los paneos, y la pantalla "tiembla" durante buena parte del metraje. Con todo esto puede creerse que Hoy y mañana es una película muy estilizada o que hace gala de un gran artificio. No es así. Más allá de la sobredosis de movimiento y los mencionados efectos de montaje, el film mantiene un tono bastante naturalista, parecido al de María llena eres de gracia, una suerte de naturalismo urgente, aunque acompañado por imágenes más bien preciosistas (Paula en el balcón mirando la ciudad; Paula –reducida dentro del encuadre– haciendo burbujas) y por algunos elementos más expresivos que narrativos (el cielo, el agua, los espejos).

En cuanto al "viaje mental", si el espectador logra acceder a los sentimientos de la protagonista, se debe en gran parte a las dotes actorales de Antonella Costa (y probablemente a la dirección actoral de Chomski), que en ningún momento se pasa de rosca y que transmite con agradecida economía y sobriedad la creciente desesperación de su personaje.

Hasta acá todo bien. El problema es que el cuidado con el que se había elegido no demonizar a los clientes de Clara ni victimizarla a ella (o por lo menos, no de forma tan manifiesta) se pulveriza durante los últimos quince minutos del film, con la llegada del último cliente, un viejo verde que es propiamente un cretino de primera. A este descarrilamiento del final hay que sumarle todas esas veces en que Chomski opina de forma demasiado explícita, como cuando refleja la tragedia personal de su protagonista en la tragedia social argentina. Por ejemplo, tenemos acceso visual a unos nenitos pidiendo dinero en el subte. O, mientras Paula camina por la calle, la cámara se desvía como al pasar y nos enfrenta con un cartonero. O el taxista que la deja en un boliche está casualmente escuchando en la radio algunos números y estadísticas de la crisis argentina. La verdad es que la tragedia de la clase media es diferente a la de la clase baja. Y si bien está todo relacionado, el director estaba ocupándose de una y de repente pasa a la otra algo agresivamente, metiendo (invitando al espectador a meter) todo en una misma bolsa. Para decirlo de forma clara: los cartoneros forman parte del paisaje urbano actual; lo objetable es la actitud señalizadora del director que se desvía de la narración y utiliza un paneo para mostrarnos las-cosas-terribles-que-pasan-alrededor. Así como un travelling, un paneo también es una "cuestión moral", y puede convertir una película en otra.

Ezequiel Schmoller      


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