Las películas autobiográficas, especialmente las de los pintores,
fascinan a la industria del cine. Cuando más tortuosa y escandalosa haya
sido la vida del artista, tanto mejor. Como muestra recordemos a Charlton
Heston como Miguel Angel, Kirk Douglas, Tim Roth y hasta el mismísimo
Martín Scorsese animando a Van Gogh, Anthony Hopkins en la piel de
Picasso o Derek Jacobi como Francis Bacon.
Este año Hollywood eligió a una de las pocas mujeres pintoras que han
descollado, mundialmente, en el mundo de la plástica: Magdalena del
Carmen Frieda Kahlo y Calderon. Esta artista mexicana nada favorecida
físicamente por la madre Natura (era renga debido a la poliomielitis que
padeció a los 6 años –esto se omitió en el guión–, con espeso
bozo, un diente de oro con un brillante incrustado), burlesca,
deslenguada, transgresora y revolucionaria (fue una comunista fervorosa),
y con un talento gigantesco y una voracidad sexual que no reparaba en
sexos –pese a lo cual solo tuvo un solo amor: el muralista Diego Rivera–,
no disfruto lo que se dice de una vida placentera, a pesar de ser famosa,
millonaria y adorada por políticos, artistas y pintores (Picasso
aseguraba que nadie pintaba caras como ella).
A los 18 años en un terrible accidente de tranvía se partió en tres
la columna vertebral, la pelvis, y vio destruido su sueño de ser madre
por un hierro que la atravesó de lado a lado mutilándole el útero y los
ovarios. A partir de ese instante y hasta el día de su muerte (a los 47
años en 1954) debió afrontar más de 34 operaciones y la amputación de
su pierna derecha. Por si esto fuera poco, durante 29 años tuvo que usar,
permanentemente, corsés de yeso, cuero y hierro.
Con todos estos elementos era imposible que Hollywood no quisiera
contar su historia desde la pantalla grande. Eso sí, para hacerlo puso
ciertas condiciones: elenco de famosos, alivianar la promiscuidad bisexual
de Frida y su activismo político, gran despliegue visual... pero por
sobre todo la película debía ser hablada en inglés (uno de los mayores
desaciertos de este film). Cuando la bella Salma Hayek (que desde 1994
trataba de conseguir los derechos sobre la vida y obra de su sufriente
compatriota pintora luchando, en los últimos años, contra idéntico
propósito perseguido por Madonna y Jennifer López) se ajustó a estos
requisitos, Miramax desembolsó los doce millones de dólares que costó
la producción.
Basándose en la biografía que sobre Frida escribió Hayden Herrera,
la que fue adaptada entre otros –aunque no figuran en los créditos–
por Edward Norton y Rodrigo García (hijo de Gabriel García Márquez), la
directora Julie Taymor (ésta es su segunda película ya que debutó tras
las cámaras con Titus) logró un impactante y colorido efecto
visual, ofreciendo a la platea escenas surrealistas que transforman, por
momentos, al film en una versión animada de las propias pinturas de Frida
Kahlo: el choque del tranvía con una Frida que queda cubierta de pintura
dorada (un compañero de viaje le estaba mostrando, en el momento del
impacto, el envase donde la llevaba) mientras su cuerpo resulta
crucificado entre los hierros retorcidos; una de las operaciones de
columna en la que los cirujanos son representados por títeres-esqueletos
alienígenas, un collage de figuras recortadas en papel simbolizando su
viaje a Nueva York (que Frida aborrece y Diego adora) y la Gran Depresión
de Wall Street. Otra escena onírica es la que muestra a Rivera convertido
en King Kong subido al Empire Sate. Sin nada de fantasía y con el marco
impactante del escenario de las pirámides mayas del Sol y la Luna es la
secuencia en que Frida y León Trotsky recorren esas reliquias
arqueológicas. Otro momento antológico es cuando la Muerte (Chavela
Vargas) le canta a Frida el tema "La llorona".
Por su parte, Salma Hayek (también coproductora) no puede ocultar su
belleza a pesar del maquillaje y la pelusa del bigote que intentan afearla
para lograr el parecido con la pintora (para complementar esto la
directora insertó –usando computadoras– el rostro de la actriz en los
cuadros de Frida Kahlo) y demuestra, como ya dejó entrever en El
callejón de los milagros, que detrás de su armonía estética
posee un histrionismo que, a partir de Frida, dará mucho que
hablar. Más allá de que cierta tipología étnica, ayudada por los
maquilladores, la asemeja a la pintora, después de ver la película uno
se da cuenta que Salma nació para protagonizarla. ¡Lo siento por Madonna
y Jennifer López!
El film comienza con los últimos días de Frida, en una toma que la
muestra engalanada con sus mejores ropas, transportada –con lecho de
muerte y todo– hasta la galería donde expone por primera vez en
México, después de haber triunfado en Nueva York y París. A partir de
esa escena comienza, flashbacks mediante, a contarse su
adolescencia; su primer encuentro con Diego Rivera (Alfred Molina), quien
ni repara en ella mientras pinta un mural y discute con Lupe, su primera
esposa (Valeria Golino); el accidente; su posterior reencuentro,
enamoramiento y casamiento con Rivera (se divorciaron y casaron tres
veces) y su militancia en la izquierda.
Rivera, que descubrió e hizo aflorar el talento creativo de Frida, la
engañó cientos de veces con otras mujeres. La pintora no se quedó
atrás. En el film su cama es visitada por hombres y mujeres, algunas de
ellas amantes de su esposo. "Fidelidad no, lealtad sí" se
juramenta el matrimonio, una promesa que se quiebra cuando el muralista
olvida la lealtad para acostarse con su cuñada Cristina Kahlo (la
argentina Mía Maestro). Esto destruye a Frida más que sus dolores
físicos. A la morfina, con la que los calma, se agregan el alcohol y más
sexo: amoríos con el propio Trotsky (Geoffrey Rush), la diva del Music
Hall Josephine Baker, la fotógrafa Tina Modotti (Ashley Judd).
Antonio Banderas (David Siqueiros) y Edward Norton (Nelson Rockefeller)
hacen respectivos cameos (apariciones fugaces). El español por su
amistad con Salma. El protagonista de Dragón rojo porque además
de haber colaborado en la adaptación y producción, es novio (desde 1999,
si les interesa el chisme) de la Hayek. Toda la película fue rodada en
México (también las secuencias de Nueva York y París), en los
escenarios reales donde transcurrió la atormentada y tumultuosa vida de
la artista, que superó en fama a su mentor y pareja "estable".
Frida es una película que trata sobre el amor, el sufrimiento, el
dolor físico y el arte; sobre todo el arte. Si bien en el festival de
Venecia, donde abrió la muestra, no figuró ni a placé a pesar de
ser considerada favorita, es casi seguro que en el 2003 aparecerá en
algún rubro de las nominaciones al Oscar (con toda justicia podría
hacerlo en Mejor Actriz Protagónica).
Lo cierto es que con excelentes interpretaciones y una factura
deslumbrante, y a pesar de unos cuantos "pecadillos"
hollywoodenses, esta producción logrará (además de llenar los bolsillos
de la Miramax) algo que no consiguieron las otras seis que la antecedieron
sobre la vida de la Kahlo como leit motiv (un largometraje, cuatro
cortos y un documental: Frida, naturaleza viva; Frida Kahlo And
Tina Modotti; Diego And Frida; Frida Kahlo; La vida y
muerte de Frida Kahlo; A Ribbon Around The Bomb): acercar al
gran público a la obra de una artista excepcional que con seguridad, si
existe un más allá, ahora que está libre de la prisión de su maltrecho
cuerpo estará bailando, tomando tequila, fumando su cigarro y gritando,
con su habitual desparpajo, "¡Salma, hija‘la chingada, tu sí que
la pegaste!"
Enrique Monzón