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APARIENCIAS

Argentina, 2000


Dirigida por Alberto Lecchi, con Adrián Suar, Andrea Del Boca, Fabián Mazzei, Diego Pérez, Rita Cortese, Fernando Siro, Fabio Posca.



¿Qué no harías por una mujer?, reza el slogan publicitario de esta película. Y evidentemente, la respuesta acertada es: cualquier cosa, incluso, vaya extremismo, hacerte pasar por gay, quebrar la muñeca y agitar los hombros al caminar, según marca el estereotipo más rancio y tranquilizador. Porque, en verdad, por más que Adrián Suar haya asegurado en reportajes previos al estreno que los homosexuales que fueron reunidos para una escena aplaudieron sin retaceos su speech, mirada en su totalidad Apariencias exhibe una actitud cuanto menos ambivalente respecto de este tema. Amaneramientos de Suar –utilizados, claro, como efecto cómico– aparte, hay todo un tratamiento de las situaciones que desencadena la homosimulación del protagonista (por ejemplo, las reacciones de las dos parejas de padres) y de ciertos personajes secundarios (como el afectadísimo Fabio Posca) que tienden a alimentar el prejuicio, probablemente más allá de las intenciones de los hacedores. Para completarla, ciertas líneas del diálogo resultan francamente equívocas: "Pretender que todas las personas piensen como usted, es ser puto", le espeta el seudo gay Adrián Suar al intolerante padre de Andrea Del Boca, y prosigue enumerando otras conductas negativas que implicarían "ser puto"...

De todos modos, Suar en el rol del tímido Carmelo Posse no elige premeditadamente hacerle creer a la mujer de sus sueños que es homosexual: hay una poco verosímil confusión en el aeropuerto y el apocado queda atrapado entre los integrantes de una manifestación gay que está protestando contra un conjunto de rock presumiblemente homofóbico. Frente a un micrófono, el poco despabilado Carmelo dice cosas como "nuestro tiempo es el mismo que el de los demás", que encandilan a los militantes y más tarde son levantadas por una revista de la comunidad. A Verónica (Andrea Del Boca), de novia con Federico (Fabián Mazzei) y compañera de trabajo de Carmelo en una agencia de marketing, le encanta el "coraje" de éste para asumirse, y le pide que trabaje con ella. El acepta porque se trata de una forma de acercársele y, previsiblemente, las confusiones se suceden hasta que la verdad se impone y el amor triunfa, que para algo estamos ante una comedia romántica.

Cabe señalar algo curioso en una comedia que se pretende aggiornada, entre computadoras y boliches gay, y es que los protagonistas, algo grandecitos, ya treintañeros, con laburo rentable –sobre todo ella, toda una ejecutiva viven con papá y mamá. En ambos casos, se trata de progenitores bastante controladores y de cabeza más bien cerrada. Los de Vero la retan, le imponen su voluntad y hacen alarde de tilinguería (el padre le pregunta a la chica por "el acerbo cultural que te inculqué"). Los de Carmelo son algo vulgares por no decir brutos, la madre se expresa siempre a lo bestia, y cuando no se está poniendo una cremita en la cara durante el día, duerme con ¡una máscara verde! en la noche. Es que en Apariencias los personajes secundarios son de una sola dimensión, están perfilados con trazo bien grueso (el Iñaqui a cargo de Posca, el Beto de Diego Pérez) cuando no carecen de identidad mínima (el novio oficial de la prota) o son una burda caricatura (la criada Delfina, que sólo sabe ofrecer empanadas y a la que ni siquiera Lidia Catalano puede mejorar).

Aunque logra algunos aceptables pasos de comedia, Alberto Lecchi debe vérselas con un guión primario, explicativo, de recursos apolillados, en el que apenas descuella alguna idea graciosa pero neutralizada por la exageración (los empleados que "salen del armario" y se revelan homosexuales en el ascensor).

Es cierto que, a veces, el que tiene plata hace lo que quiere: Suar pone su sello en todas las producciones de Pol-Ka (que no casualmente llevan siempre la aclaración: Idea original, Adrián Suar...) y no contento con el rol de exitoso productor ejercido en forma abarcadora, se ha dado el gusto de medirse frente a frente con Alfredo Alcón (Por el nombre de Dios) sin importarle que salten a la vista los desniveles de talento y formación. Ahora, como es sabido, está siendo casi avasallado por ¡Guillermo Francella! en el teatro (La cena de los tontos) y su eclecticismo –en cuanto a multiplicidad de tareas en medios audiovisuales– lo ha llevado a protagonizar esta comedia de desconciertos alrededor de una sola idea. Quizás la cámara no lo ame todo lo que el productor, actor, etc., desearía. Pero cada vez que habla en un lugar público en esta ficción –el aeropuerto, el restaurante–, como es el gran jefe de la factoría, todo el mundo se bebe anhelante sus palabras. Andrea Del Boca, felizmente, ha bajado sus decibeles telenovelescos de sensitiva y se la ve bastante fresca y espontánea. Producción menos feliz que la ya discreta Alma mía, Apariencias no destaca en los rubros técnicos.

Moira Soto      

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